Me niego a involucrarme en el concepto de una espiritualidad exclusivamente individual, ajena a la realidad circundante, excusándose en retazos de leyes de atracción, y otros vagos conceptos, sacados de contexto. Espiritualidad que mira el ego oculto bajo un anestésico concepto espiritual que niega lo que le rodea, sobre todo niego la espiritualidad que se apoya en un error de percepción basado en la abundancia, negando la pobreza, y silenciosamente culpando al prójimo de su condición, negando la espiritualidad de la madre Teresa, llena de abundancia, acumulando generosidad.
Me distancio de dichos modelos de espiritualidad, que no se implica en la vida que les toco vivir, al igual que hizo, Gandi o Lutter King o Mandela. No existe espiritualidad sin la comunión con el prójimo, sin una escala de valores que priorice la justicia social, la solidaridad, el compromiso con sus semejantes y se comprometan en un sentido de vida, en un empeño de aportar un ejemplo de vida.
Porque el prefijo trans implica a algo que esta más allá de lo personal, el compromiso en cuidar a enfermos, o en luchar por lo ecológico, o otro modo ético de vida que reporte un beneficio social, como hizo Buda, una vez alcanzado la iluminación, eligió quedarse en la tierra en lugar de ascender, para ayudar a otros seres a alcanzar la iluminación. O como hizo Jesús, capaz de cuestionar las injusticias sociales, puesto que a través de ello se alcanza la iluminación, y se muestra el grado de espiritualidad que cada cual posee.
Porque son las obras quienes hablan por nos, como dicen los textos considerados sagrados, y es que los actos son el verdadero reflejo del grado de espiritualidad humana.
No creo en un espiritualidad que niegue los social, ni siquiera se implique en la vida comunitaria, puesto que niega parte del ser, esa parte por la cual es necesaria la ética, las relaciones sociales, sólo esa espiritualidad es en la que me entrego, el resto son by pass, autoengaños, huidas emotivas, falsedades, por más que se pronuncie con dulce palabras.