Desde el vacío todo se vive, dejando fluir el río de la existencia. No
reteniendo nada, pues nada nos pertenece, sino que es ofrecido para bienestar
nuestro. Desde el vacío todo llega y en la ofrenda que realizamos nos llenamos
de la alegría, de la compasión, de la compañía.
Desde la quietud recorremos todo el mundo, todos los lugares confluyen en
la inactividad mental, pues correr tras las quimeras es perderse en un oleaje de
dependencias.
Llegamos vacíos y calmados, para vivir todo lo que el mundo ofrece.