aspecto propio ni función alguna que te fuera peculiar,
con el fin de que aquel puesto, aquel aspecto,
aquella función por los que te decidieras, los obtengas
y conserves según tu deseo y designio. La naturaleza
limitada de los otros se halla determinada por las
leyes que yo he dictado. La tuya, tú mismo la determinarás
sin estar limitado por barrera ninguna, por tu
propia voluntad, en cuyas manos te he confiado. Te
puse en el centro del mundo con el fin de que pudieras
observar desde allí todo lo que existe en el mundo.
No te hice ni celestial ni terrenal, ni mortal ni inmortal,
con el fin de que —casi libre y soberano artífice
de tí mismo— te plasmaras y te esculpieras en
la forma que te hubieras elegido. Podrás degenerar
hacia las cosas inferiores que son los brutos; podrás
—de acuerdo con la decisión de tu voluntad— regenerarte
hacia las cosas superiores que son divinas. Pico
DELLA MIRÁNDOLA, Oratio de hominis dignitate.
Pero existe también una lectura de la capacidad del ser humano para influenciar en su entorno más cercano, es la fe en el potencial mismo, en ser copartícipe con la creación de modelar el barro con el que fuimos creados, en la capacidad de, partiendo de la fragilidad que la vida nos entrego, crearnos a nuestra imagen. Es recordar la fuerza de la inteligencia, como herramienta única para superar la adversidad, asumiendo el peligro de creernos invencibles, porque no estamos separados de las leyes de la vida, somos naturaleza y por tanto una especie animal, que colabora en la perpetua creación de la vida, como nos recuerda los fenómenos naturales de terremotos.
Es en esto en lo que creo, no por fe ciega, si por observación en mi práctica profesional, donde soy testigo de la capacidad de elevarnos o hundirnos.
Contemplo la creatividad existente para alcanzar el bienestar decidiendo diversas opciones en función de la persona, como de la herida y el llanto acaba floreciendo una sonrisa, una mirada más limpia, una generosidad que surge del deseo de ser.
Contemplo como cuando se apuesta por lo humano, aparece los lazos afectuosos que llenan, como vaciándome siempre me siento lleno, lleno de sus miradas, de sus voces, de la sabiduría que hallan en su caminar, de como cual alquimistas logran transformar la piedra en oro, y lo necesario que es sentir dolor en ocasiones, de sentirlo sin revolcarse en ello, de sentirlo sin juzgarlo para que se esculpa la figura oculta en la piedra. De como cuando confiamos en el sentir pleno, la vida se manifiesta, y todo es como las estaciones del año que ansiamos vivir durante los doce meses, se transforman pasando del dolor a la calma, al bienestar, a la alegría y a la plenitud.
Y no son meras palabras huecas, es la representación que contemplo en mi práctica profesional, en mi labor de acompañante, de invitado de excepción, con las personas que me permiten convivir durante un instante.