Recibo a la persona, tendiéndole la mano con un saludo cortés de buenas tardes. Le invito a pasar a una sala sonde unos sillones nos esperan para sentarnos cómodamente. Las paredes blancas adornadas con uno o dos cuadros de paisajes, que se iluminan por el sol que entra por la ventana. Unas mesas flanquean ambos sillones, donde se sitúan unas lámparas con luz cálida, que iluminen los rostros, cuando el sol se esconda en los atardeceres.
Sentados se inicia la conversación, y mi alma se dispone a acoger la voz de la persona que me invita a acompañarla. Mi mirada recibe las expresiones que afloran con cada palabra, que describe su estado personal. Voces llenas de tristeza, esperanza, alegría, dolor, ilusión, voces cuyas raíces son las emociones que nos permiten sentir la vida. Allí se construye un relato de la vida experimentada por quien se halla en una situación de crisis, de confusión. Y surgen las preguntas que impulsan a una transformación personal.
Yo busco entrelazar un lazo de confianza que me una, en el recorrido que se emprende, al ser humano que abre las puertas de su alma. Ofrezco preguntas que contribuya a iluminar los rincones oscurecidos del relato que se recrea continuamente en el diálogo. A veces las preguntas que pronuncio me iluminan los claroscuros que existen en mi desarrollo personal, a veces recibo perlas que el dolor ha creado.
El tiempo es un instante, un lugar de encuentro donde desnudos de artificios, con las manos vacías se desentierra huellas de la existencia humana. Descubrimos los sentidos de los fenómenos existenciales. Y sobre todo aparece el gran secreto de la vida, el cual es su capacidad de ser creado, y recreado, solamente con modificar la mirada. Razones que equilibra a nuestro ser, obteniéndose la ansiada paz, y llenándonos de amor.
De esta forma llegamos al final del encuentro, emplazándonos para el siguiente encuentro, con más claridad, con renovado compromiso de compañerismo en el camino. Porque soy un aprendiz de sabiduría, que se me desvela por las personas que llaman a mi puerta, invitándome a caminar juntos.