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Me forme en profesiones de ayuda, y dedique mi labor profesional a compartir sufrimientos y alegrías, ejercí como CUIDADOR, inventé espacios de placer como ANIMADOR SOCIOCULTURAL, busque recursos bajo los adoquines como TRABAJADOR SOCIAL, participe como EDUCADOR SOCIAL a la transformación de la realidad, FORME en cursos donde aporté mi experiencia y conocimientos, con el fin de que surgieran excelentes profesionales, ESCRIBÍ manuales sobre discapacidad y mediación, y EJERZO COMO ACOMPAÑANTE PSICOLÓGICO, TERAPEUTA TRANSPERSONAL, QUE APORTA TÉCNICAS DE MEDITACIÓN PARA EL ENCUENTRO PERSONAL CON SI MISMO, Y EXPRESO SENTIMIENTOS EN MIS ESCRITOS, SURGIDOS DE LAS HISTORIAS RECIBIDAS Y DE LA EXPERIENCIA DE VIVIR.

martes, 15 de marzo de 2011

La universalidad de los servicios sociales

He reiterado en algunos de los artículos de este blog la necesidad del trabajo social y de los servicios sociales en esta época de crisis. Esta necesidad no se fundamenta en la atención a la población que se sitúa en la marginación, sino en el principio de universalidad que rige los servicios sociales y la profesión.
Esto supone desmontar la idea errónea de que los servicios sociales son recursos destinados para la población en exclusión social, puesto que no es cierto. La profesión de trabajo social y los servicios sociales siempre ha abogado por la prevención y el desarrollo humano y comunitario, por lo que se universaliza las prestaciones. Cierto es que hay que atender a las circunstancias y necesidades particulares, para ofrecer los recursos adecuados y la atención profesional más ajustada a la demanda, pero como indica el ayuntamiento de Madrid en su definición sobre trabajo social, esta profesión siempre ha estado unida a los derechos sociales, además de los derechos humanos, lo que ahonda más en el principio de universalidad.
No existen derechos sociales para una parte de la población, sino que son para toda ella, y no existe un concepto de bienestar  desarrollo humano y comunitario para un exclusivo club. Son derechos que se ejercen por toda la comunidad, independientemente de las circunstancias en las que se encuentre. Y es por esto que en estos momentos de crisis económica, personales, comunitarias, políticas se hacen más necesarias las prestaciones y recursos que se ofrecen en los servicios sociales, los cuales nacen para atender necesidades.
Si nos centramos en la palabra crisis supone una encrucijada, donde por un lado se vislumbra un peligro de estancamiento o perdida ante una realidad sentida y vivida como peligro para el equilibrio bio-psico-social, y por otro lado se observa una oportunidad de desarrollo puesto que la situación amenazante, bien analizada, permite observar que aspectos de nuestra existencia no son ya necesarios, sino contraproducente para el ansiado equilibrio, y nos han conducido a este momento o perpetúan las circunstancias que no deseamos vivir. Así tenemos una amenaza y una oportunidad en la palabra crisis, lo que significa que si reducimos la amenaza apoyándonos en la oportunidad lograremos salir reforzados de ella.
Pero definido el concepto crisis, hay que indicar que en ella se genera una confusión que dificulta diferenciar la amenaza de la oportunidad, siendo en este estadío donde la ayuda profesional es necesaria, para clarificar la situación, sin tener que renunciar a los derechos, que en principio son inherentes a las personas e irrenunciables, y no solo principios rectores de la política económica y social, como indica nuestra constitución, es decir, que entiendo que los derechos han de ser exigible a nuestra administración política, porque sino no son derechos, y el hecho de definir los derechos sociales como principios rectores de la política implica que no se les puede exigir, quedando en muchas ocasiones en papel mojado, como sucede con el derecho a una vivienda digna. Si son derechos no es porque alguien lo decida sin más, sino porque ya existían y únicamente los hacemos palpables. Pero todo derecho posee una cara, la cual es la obligación de ejercerlos, exigirlos y protegerlos lo que convierte en paradoja la renuncia a ellos.
Es en este marco donde se ejerce la intervención social, donde se acompaña a las comunidades y ciudadanas y ciudadanos para que les den forma, para que se desarrollen y mantengan su bienestar social, y busquen su felicidad.
Para ello se desarrollo la intervención comunitaria, sin dejar de lado la intervención individual ni grupal, sino integrándolas en un cuerpo unificado de acciones y recursos por y para la población. Por ello también se actúa desde la prevención, para evitar, en la medida de lo posible los problemas sociales, familiares e individuales que dificultan el bienestar.
Pero si reducimos estos servicios, dejamos desprotegida a la población, y se lanza la creencia de que lo más importante es un criterio exclusivo de economía interpretado por un ente llamado mercado, que en principio lo conformamos el conjunto de la población, pero que en realidad no lo controlamos, y tampoco se conoce quien lo controlo. Supeditamos la política a las directrices económicas, vaciando de contenido algo que es inherente al ser humano en tanto ser social que ha de organizarse en una comunidad, pactando unos mínimos de convivencia, que haga placentera la existencia. Hace que los estados no tengan razón de existir, y que el control de nuestras vidas provengan del exterior, creando inseguridades y angustias, puesto que nos reducen a ser seres incapaces de tomar ninguna decisión, y por lo tanto a obedecer fervientemente lo que una voz invisible dicta, en principio por el bien de todos. Reduciendo la mirada sobre el mundo a una única forma, "la correcta".
Pero la verdad es que las sociedades tienen el derecho y el poder de autogestionarse, creando sus propias organizaciones comunitarias, que respondan a las necesidades humanas. Y es esta uno de los principios de la intervención comunitaria, y de los servicios sociales. El profesional se pone al servicio de la comunidad, para que esta encuentre las soluciones a sus problemas, sus propias soluciones, las que se adecuan a sus características. Aunque ello no tenga un principio económico exclusivamente. Es el ejercicio de la política con mayúscula, a veces y necesariamente al margen de la profesionalización política y los partidos políticos. Por si alguien con una actitud escéptica, recomiendo busquen información de las organizaciones de barrio en Argentina cuando el corralito, de la revolución en Islandia, o del país de Butan, ejemplos que pueden guiar lo que indico.
Otra de las razones que hacen necesaria los servicios sociales es la necesaria transformación que en las crisis se ha de realizar para superarlas fortalecidos. Si nuestra labor es de estar al servicio de las necesidades humanas, ser instrumento para desarrollar sus derechos sociales, ofreciendo programas y servicios, a la par que información de las investigaciones que realizamos, no debemos quedarnos en meros gestores de prestaciones, puesto que eso solo palia en parte la situación que genera el problema social. Debemos ser agentes activos y dinámicos que potencien la transformación imprescindible para que siga el equilibrio bio-psico-social que sustenta el bienestar. Porque si existe otra opción de abordaje de este contexto social, porque no hemos de conformarnos que el secuestro de derechos por un supuesto bien, como dijo un alto directivo "hay que trabajar más para mantener lo que tenemos" una afirmación engañosa, puesto que dedicar más horas al trabajo es renunciar a tiempo dedicado a las amistades y familia, lo cual ya no es mantener lo que tenemos, salvo que sol importe lo material. Pero además la población no tiene porque ser un agente pasivo de las decisiones de otras personas, puede ser una agente activo de su propia vida, ha de ser un agente activo de su existencia, pues solo ella conoce sus necesidades y sus camino de desarrollo. Porque solo así comienza a sentir el bienestar, y solo de esta forma se logra la verdadera transformación.
Porque la sociedad no es un ente abstracto y uniforma, sino dinámico y con múltiples miradas.

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