Vivo
entre marejadas fuertes, que nos golpean con otras gotas, o un dique impuesto
con nocturnidad y alevosía. Entre gritos de sálvese quien pueda, y exigencias
de unidad. Heridas que tiñen de mi piel de rojo, y mi alma de desazón y
voluntad de proseguir, alzar mi mirada por encima del agua emponzoñada.
Busco
la claridad que la inmediatez del momento oculta, la necesidad de mantener el
equilibrio en un espacio turbulento. Respirar un aire menos viciado, y sobre
todo un espacio donde quede desterrado el tiempo, para evitar así que las
prisas me alimenten de discursos contradictorios, que envenenan mi razón.
Un
espacio de inventiva, donde imaginar un nuevo mundo, un nuevo comienzo, sin el
agobio de la marabunta que escaba de una hoguera, pisando en su miedo a otros
que buscan lo mismo. Un telar de justificaciones, a agua pasada, de actos
inconfesables.
Y
es que siento en esta marejada, que pretende devorar la esencia propia,
eliminar todo vestigio de humanidad, y ser una masa informe, actuando a la voz
de un ente desconocido. O en salvase quien puede convertir en realidad, la anécdota
personal, la interpretación de lo que nos sucede, sin dejar que el viento nos
acerque las voces de otros compañeros, de otras personas. Porque, escuchar,
parece que su lenta agonía llegó, pronto quedará su defunción, olvidando ser
enterrada, olvidar escucharnos.
Aprieta
el agua el cuello, mas aún no fuimos devorados por el mar que amenaza, aún
podemos componer una marea más fuerte, más gigante, por la cual surfear y así
sortear la invisible voluntad que nos empuja, entre gritos de miedos, que busca
nuestra resignación, nuestra rendición.
Ya
que hay que realizar cambios, como exige el vivir, deseo ser partícipe de
ellos, no que me impongan los mismo, comenzando por el pensar, y siguiendo por
el sentir. Ya que se requiere transformaciones, que se inicie desde una escucha
donde se ejerza la comprensión, no pido que nadie me empodere, ni que
interprete desde arquetipos superficiales. Al igual que no necesito
empoderarte, y me ofrezco a ser bañado por tu río.
Te
ofrezco mirarte, deslumbrarme por tu luz, y mostrarte mi visión, puesto que me
identifico con tu humanidad. Y en este acercamiento ofrezco ver lo que me une,
y vivir la diferencia como realiza la naturaleza, en su inmensa diversidad. Te
ofrezco ser sincero conmigo, para que logres ver mi presencia plenamente,
compartiendo vivencias.
Porque
la necesidad de cambio, no implica la oposición a ti, no existiendo nadie que
sobre en la creación del nuevo futuro. No implica la homogenización, sino la
diversidad que se comparte.